miércoles, 4 de diciembre de 2024 19:44 www.gentedigital.es
Gente blogs

Gente Blogs

Blog de Javier Memba

El insolidario

Una antología de Valdemar (I)

Archivado en: Cuaderno de lecturas, Felices pesadillas

imagen

 

Como buen amante del cuento de miedo que soy, empiezan a ser numerosas las selecciones que he tenido oportunidad de leer: las de Rafael Llopis -Los Mitos de Cthulhu (1969), Antología de cuentos de terror (1981)-, las de la Editorial Valdemar – Cthulhu, una celebración de los mitos (2001), Maestros del horror de Arkham House (2007)-, Los hombres lobo (1993), al cuidado de Juan Antonio Molina Foix, o El sudario de hierro y otros cuentos góticos, compilados por Roberto Cueto para la colección Infernaliana de la excelsa y efímera Celeste Ediciones. Por no hablar de las diversas selecciones de los grandes autores -Poe, Lovecraft, Machen…- a los que suele editarse en selecciones de cuentos. No en vano fueron cuentistas antes que novelistas. El cuento es el vehículo ideal para el espanto, como la novela lo es para la aventura, la psicología o el romance.

 

De Felices pesadillas, la selección de Valdemar cuya lectura me ha ocupado estos últimos días, lo primero que me ha llamado la atención ha sido su cronología, que permite trazar un recorrido por el género desde sus orígenes hasta nuestros días. Nada más lógico que empezar las cosas por el principio. Pero que los títulos publicados por la editorial en sus quince primeros años de actividad (1987-2003) ya les permitieran presentar todo un compendio del género a través de sus mejores ejemplos, es la evidencia de la decidida apuesta de la casa por el cuento de miedo. El Club Diógenes, junto con Gótica la colección que incluyó en sus distintos números a la mayoría de los autores recopilados en este delicioso tocho (982 páginas), inició su singladura cuando también lo hizo El ojo sin párpado, la apuesta de Siruela por estos mismos horrores. Pero los cuarenta y ocho números que publicó esta última en sus seis años de vida (1987-1993) se quedan en muy poco frente a los doscientos de El Club Diógenes en sus tres primeros lustros.

 

Alabo que la propuesta se abra con Vampirismo (1821) de E. T. A. Hoffman y no con El castillo de Otranto (Horace Walpole, 1764). Aunque esta última suele considerarse el pórtico de la novela gótica, a mí me parece infumable. Por el contrario, el relato de Hoffman es un título indispensable en todas las selecciones de mujeres vampiro. La historia del conde Hippolyt, que desposa a una bella vampira llamada Aurelie, está considerada la primera historia de no muertas. A diferencia del resto de sus pares, Aurelie no bebe sangre; come, junto a otras nosferatu, la carne de los cadáveres del cementerio. Descubierta por su marido, expira en una convulsión cuando intenta darle muerte. Tras tan terribles sucesos, el conde pierde la cabeza.

 

***

 

Las aventuras de Thibaud de la Jacquière (1822) de Charles Nodier -quien fuera traductor de El vampiro (1819) de Polidori- es un delicioso ejemplo de esos cuentos en los que una blasfemia actúa como conjuro del mal. En esta ocasión, Thibaud, quien pronuncia el juramento en esta pieza, es el hijo de un rico mercader de Lyon. Pero también “un tunante que había aprendido a romper cristales, a seducir a las chicas y maldecir junto a los hombres del rey”. Enviado por el monarca a casa de su padre para que se reforme, durante una cena que su progenitor ofrece, los invitados brindan por su regeneración, Thibaud apenas los escucha, pronuncia un brindis particular que pone los pelos de punta a todos los presentes: “¡Sagrada muerte del gran diablo! A él doy mi sangre y mi alma”, reza el desatinado ofrecimiento.

 

Cuando lo repite tiempo después, una noche que se presenta especialmente aburrida, no tarda en salirle al paso una misteriosa joven acompañada de un paje “negrito”. Los de Nodier aún era los días -como venían siéndolo, como poco, desde Otelo (1603) de Shakespeare- en que los personajes de color siempre eran los villanos. Pero aquí sólo es el malo tangencialmente. La verdadera villana es Ordaline, que dice llamarse la bella misteriosa que se le aparece a Thibaud tras su blasfemia. Sin embargo, es Belcebú.

 

A la mañana siguiente, los campesinos encuentran tirado al muchacho en un granero abandonado, yace sobre una carroña. Trasladado a casa de su padre, allí morirá tras recibir la bendición de un misterioso ermitaño.

 

***

 

Rip Van Winkle (1819), de Washington Irving, nos traslada a los días anteriores a la revolución americana, a un pequeño pueblo de colonos holandeses. Está localizado en el actual estado de Nueva York, entonces los Nuevos Países Bajos gobernados por Peter Stuyvesant: es decir, el siglo XVII. Pero la historia del pusilánime aludido en el título, quien sale a pasear con su perro para evitar una bronca con su mujer, decide echar una siesta y está durmiendo durante décadas, es una adaptación de una de las leyendas más antiguas del cristianismo: Los siete durmientes de Éfeso. Esta propuesta de Irving, más que de miedo es fantástica.

 

***

 

El lector asiduo de esta bitácora sabe de mi admiración por Balzac, incluso por el Balzac fantástico, que no suele aplaudirse como el suprarrealista. Sin embargo, El elixir de la larga vida (1830) me parece una obra fallida. Y lo es, principalmente, por esas largas descripciones del maestro, que son uno de los pilares de La Comedia humana, pero sumamente perniciosas para un cuento de miedo, mejor cuanto más breve. A la postre, deviene en una especie de cuento impío. Don Juan, su protagonista, se divierte con sus compañeros de borrachera en el palacio paterno mientras su padre -que justifica todas las disipaciones de su hijo- se encuentra en trance de muerte. Cuando, en medio de la juerga, don Juan se acerca al último lecho del autor de sus días, éste le confía el prodigioso elixir, que resucita a los muertos.

 

Pero el pérfido don Juan, tras comprobar la eficacia del preparado en un ojo de su ya difunto padre, que al punto revive y le mira inquisidor, decide guardarse la pócima para su uso personal.

 

Tras una vida de desenfreno, cuyas descripciones, vuelven a dilatar el espanto, don Juan, ya sesentón, se instala en España y se casa con una andaluza: doña Elvira. Una vez más, la hispanofilia del maestro se hace notar. Pero El elixir de la larga vida no es la mejor de sus obras fantásticas. El destino que aguarda a su protagonista es muy semejante al que dispuso él para su progenitor.

 

Cuando su hijo se dispone a untar el cadáver de don Juan con el fabuloso mejunje, tira el frasco que lo guarda. De este modo, su resurrección queda incompleta. Venerado, no obstante, como santo, don Juan comienza a decir impiedades ante los fieles que lo adoran en una iglesia de Sanlúcar mientras se canta el Te Deum. Finalmente, en una escena que se antoja grotesca, más que espeluznante o algo así, la cabeza revivida de don Juan se desgaja del cuerpo que la torpeza del hijo no permitió resucitar.

 

***

La bofetada de Carlota Corday -que acaso debiera haberse traducido como La bofetada a Carlota Corday, tal figura en otras ediciones- fue publicado originalmente en 1849. Vio la luz por primera vez dentro de Los mil y un fantasmas, la más célebre compilación de lecturas inquietantes de Alejandro Dumas. Está basada en un hecho tenido por verídico. Desde luego, parece plausible. Al menos, Charlotte Corday existió, en efecto. Encendida seguidora de los girondinos, fue la asesina de Marat mientras el jacobino se encontraba en la bañera. Llevada por ello a la guillotina, el 17 de julio de 1793, se dice que el verdugo, le propinó un par de bofetadas a su cabeza una vez seccionada del tronco. Con su último aliento, las mejillas se ruborizaron ante una afrenta a la que su cuerpo no podía responder. El miserable ejecutor de la justicia, que dijo ser maratista y haber actuado así por ello, fue condenado a tres meses de cárcel. Dumas, con una ficción mínima, se limita a referirnos el asunto.

 

***

 

Esa edad de oro de la literatura estadounidense, que fue la centuria decimonónica, tuvo uno de sus principales asuntos en el miedo. Y ese miedo tuvo uno de sus principales escenarios en Nueva Inglaterra, donde el puritanismo -uno de los más exacerbados del mundo- llevó a la horca a las brujas de Salem. En esa ciudad precisamente nació Nathaniel Hawthorne y su abuelo fue uno de los que llevaron a la horca a aquellas infelices. En El joven Goodman Brown (1835), vuelve sobre el tema de la brujería autóctona.

 

Desoyendo el ruego de su esposa, Faith, quien le pide encarecidamente que no la deje sola esa noche, Goodman emprende un viaje a pie por un siniestro bosque, donde se ha citado con un extraño personaje. El tipo raro dice que acaba de llegar de Boston. Aunque, en efecto, la capital de Massachusetts se encuentra a muy pocos kilómetros de Salem, el personaje que aguarda a Goodman bien podría ser el Maligno. Durante el camino, recuerda a nuestro puritano cómo ayudó a su abuelo a perseguir a una cuáquera y a quemar a los indios. No se nos llega a decir a dónde van. Mas cuando el hombre bueno se siente cansado, su acompañante le invita a tomar asiento sobre una roca. Le deja, además, su extraño bastón asegurándole que le será de gran ayuda cuando quiera volver a andar.

 

Mientras descansa, escucha unas voces familiares, de mujeres de su pueblo. Sin ser descubierto, se acerca al lugar de dónde provienen y descubre a sus vecinas, supuestamente más piadosas, celebrando un aquelarre. Como era de prever, su Faith también se encuentra entre ellas. Al igual que el ministro y el diácono de la comunidad. Goodman se aparta de allí corriendo. Durante su recorrido, todo le asusta, pero no hay nada que le dé tanto miedo como él mismo. Puede que esto sea una alegoría de cómo para el puritano el mayor peligro está en la propia conciencia de cada uno. Aunque también puede que lo sea de la desconfianza, ya que al final todo resulta ser una experiencia onírica. Eso sí, cuando el buen hombre vuelve a la realidad, duda de la religiosidad de la gente que ha visto en su sueño, empezando por la de su propia esposa.

 

Un último dato, habida cuenta de mi elogio al orden cronológico de la publicación. Observará el lector que La bofetada de Carlota Corday aparece fechado en 1849 y El joven Goodman Brown, que le sucede en el orden dispuesto por los editores, catorce años antes. Bien pudiera ser que quienes estuvieron al cuidado de la compilación hubieran considerado la fecha de la propuesta de Hawthorne, aquella con que apareció incluida por primera vez en un libro, la antología Musgos de la vieja rectoría, dada a la estampa en 1846. Aunque así fuera, El joven Goodman Brown sería tres años anterior a La bofetada de Carlota Corday y aquí aparece después. Acaso supieran los antólogos de una publicación de la pieza de Dumas en alguna revista anterior a la consignada por mí. O acaso se trate, simplemente, de un lapsus en el orden. Piense el lector lo que quiera. De una u otra manera, al ser las dos obras contemporáneas, la cronología -aunque no estricta- tampoco resulta alterada.

 

***

 

Poco cabe decir de Los hechos en el caso del señor Valdemar (1845), que no se haya dicho hasta la saciedad por plumas más doctas que la mía. La experiencia de Valdemar, que en los días del auge del mesmerismo se deja magnetizar al entrar en trance de muerte, es un auténtico clásico del cuento de miedo. Todo el mundo sabe que cuando el narrador trata de despertarlo, el cuerpo de Valdemar comienza a pudrirse hasta llegar a ser “una masa casi líquida de horrorosa y repugnante descomposición”. La singularidad es que Felices pesadillas nos presenta este clásico en una traducción de Mauro Armiño, que no esa de Julio Cortázar -el más celebrado traductor de los cuentos de Poe al español-, publicada en España en 1970 dentro de dos tomos legendarios de la colección El Libro de Bolsillo de Alianza Editorial. Armiño, uno de los más prestigiosos traductores literarios del francés -y en menor medida del inglés- del panorama editorial actual, marca las distancias desde el principio. Así, el título que nos propone difiere del de Cortázar -La verdad sobre el caso del señor Valdemar-, pero se ajusta más a la literalidad.

 

(Continuará)

Publicado el 12 de octubre de 2017 a las 18:45.

añadir a meneame  añadir a freski  añadir a delicious  añadir a digg  añadir a technorati  añadir a yahoo  compartir en facebook  twittear  votar

Comentarios - 0

No hay comentarios



Tu comentario

NORMAS

  • - Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
  • - Toda alusión personal injuriosa será automáticamente borrada.
  • - No está permitido hacer comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • - Gente Digital no se hace responsable de las opiniones publicadas.
  • - No está permito incluir código HTML.

* Campos obligatorios

Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

Imagen

 

 

COMPRAR EN KINDLE:

 

 

 

contador de visitas en mi web



 

 

Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

EN TU MAIL

Recibe los blogs de Gente en tu email

Introduce tu correo electrónico:

FeedBurner

Archivo

Grupo de información GENTE · el líder nacional en prensa semanal gratuita según PGD-OJD